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Paseo luminoso, Vigo, 2019

Atravesar las calles céntricas de la ciudad supone adentrarse en un escenario artificial especialmente diseñado para activar aquellas partes del cerebro que impulsan a uno a consumir. A medida que se avanza, se va adoptando, de manera incontrolable un ritmo zombi dejándose llevar por lo brillante. 
Tras un primer shock lumínico, la ceguera se convierte en una mirada dirigida y atraída hacia los escaparates y, por si uno lograra mantener la distancia necesaria y decidiera marcharse sin comprar, en seguida disparan el hilo musical con una melodía que celebra la navidad con hipnóticos cánticos.

Al finalizar mi visita al parque temático, continúo la ruta hacia mi casa, y de pronto, casi como en un proceso fotográfico, la oscuridad comienza a revelar la calle y se escucha a la gente hablar, hasta las pisadas sobre el asfalto. la ciudad se convierte en una placa sensible que hace visible la vida que hay en ella.

Cuando mi abuela me habló de lo oscura que está mi calle, decidí de forma espontánea envolverme en luces de navidad y salir a dar un paseo para iluminar aquellas partes que han quedado al margen de la ciudad-espectáculo. Convertida en Mujer-árbol, realicé un paseo-acción en la que se va llevando, de una manera simbólica, luz a mi calle y sus alrededores.

En 2019 decidí cambiar la escala y reunir a un grupo de personas para caminar, lenta y silenciosamente, por mi calle y sus alrededores para brillar de forma colectiva y convertirnos en personas-luz en unas calles transitadas por nosotras: así comprendimos que la luz son esos cuerpos que practican las calles, y es la presencia consciente de personas en las aceras, lo que las revitaliza, visibilizando los excesos y carencias a cada paso.

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